Cómo escoger un buen abogado sin morir en el intento

Como en cualquier otro tipo de servicio (y hablamos de desde un masajista hasta un electricista), escoger a un buen profesional que se adapte a nuestras necesidades no es tarea nada fácil, como sabrán aquellos que lo hayan intentado en alguna ocasión, que sabemos que somos todos… Y en el caso en el que nuestra integridad está en juego, como en el de los médicos cuando es física, o en el de los abogados cuando es legal, las cosas todavía se ponen más serias. Y es que lamentablemente la profesión de abogado está cada vez más desprestigiada ―junto con la de político―, en parte porque se llevan a cabo prácticas que nada tienen que ver con la profesionalidad que se debería exigir a este sector.
¿Habré escogido bien? ¿Sabrá entender mi situación particular? ¿Me prestará la atención necesaria que precisa mi caso: suelen ser preguntas que muchas personas se formulan a la hora de escoger a un abogado. Veamos en el artículo de hoy algunas de las características que hay que evitar para que la elección sea un éxito.
Uno de los errores más comunes que se cometen es pensar que cuanto más hable el magistrado durante un juicio mejor profesional será. Pues bien: no es así, o al menos no siempre. Y por una cuestión muy simple y sobre todo muy práctica. Muy posiblemente el turno de nuestro juicio sea el número veinte de aquel día, y el juez, como es lógico, no tendrá en esos momentos la concentración que en el primer juicio de la mañana. Por ello, en ocasiones menos es más: una exposición escueta pero contundente suele ser la mejor opción siempre.
Que un bufete de abogados sea el más caro de la ciudad no quiere decir que sea el mejor, ni mucho menos. Así que no es buena estrategia decidirse por un magistrado tan solo porque nos cuenten que cobra fortunas por cada caso. Y al contrario lo mismo: debemos desconfiar de aquellos profesionales que ofrecen sus servicios a precios irrisorios. Hay que tener en cuenta que tras el conocimiento de un abogado hay años de estudios que han costado sudor y mucho dinero, además de que se necesita un tiempo determinado para estudiar cada caso, y eso también cuesta. Al final, un abogado muy barato nos puede salir muy caro.
Un último consejo: no vaya en busca de un abogado cuando su problema ya se haya producido. Es decir, no hay que dejar que asuntos legales sigan su curso sin ningún asesoramiento profesional, pues en más ocasiones de las que pensamos con una pequeña (y barata) intervención en el origen del conflicto es suficiente para solucionarlo.